Jorge Volpi dio una conferencia/lectura en el marco del curso público «Literatura y emigración» en la Universidad San Gallen el 23 de mayo de 2012.
Era inevitable que un escritor que parece debatirse sobre si su gran amor es la literatura o la historia empezara una charla sobre «Migración, literatura y fronteras» citando a Tito Livio. En «Los orígenes de Roma» cuenta cómo Remo mata a su hermano; se trata, igual que muchos otros, de un fratricidio fundacional que se justifica en la falta de respeto por el territorio ajeno. Así, entre la literatura y la historia, el mito de Rómulo y Remo epitomiza el problema de la frontera en el mundo de hoy.
Fronteras, muros y murallas, según el escritor mexicano, no deberían existir. Son, sin embargo, una de las instituciones con más éxito y capacidad de resistencia, con los 3.185 kilómetros que separan México y Estados Unidos convertidos en el ejemplo de las consecuencias que puede llegar a tener una línea divisoria entre lo ajeno y lo propio, pobres y ricos, sur y norte. Las fronteras responden a miedos y a una concepción errónea, estacionaria, de la naturaleza humana: como dijo Juan Goytisolo, los humanos no somos árboles. Pero si a nosotros las cortapisas históricas, geográficas, políticas y económicas nos limitan, la literatura es capaz de superar a todas y cada una de ellas.
«La literatura», continuó Volpi, «evita las aduanas del pensamiento». Se filtra a través de las fronteras físicas e ideológicas, cruza umbrales imposibles de tiempo y lugar. Nos deja entrar en la mente ajena, no reconoce límites culturales. Los libros, antes o después, “siempre han logrado llegar a sus destinatarios». Sugirió incluso que las historias de la literatura, tradicionalmente construidas sobre un currículum nacional, cambien de paradigma frente a la creciente internacionalidad de los escritores y los lectores.
Tras dar su conferencia y responder a las preguntas – y críticas – del público con loable honestidad, Jorge Volpi leyó extractos de «Oscuro bosque oscuro». Este libro mezcla el horror de las guerras del último siglo y el estilo de los cuentos de los hermanos Grimm, con la diferencia de que, en el caso de nuestro invitado, sus protagonistas no logran escapar a sus monstruos. Los pasajes, con ritmo de cuento de hadas y contenido de película de terror, crearon en la sala una nube de angustia que, por suerte, escampó con la distendida firma de autógrafos que cerró la sesión.